Con el sedentarismo como costumbre, hemos
interrumpido un ciclo vital imprescindible para el organismo: el movimiento y
todo lo que conlleva: función vascular y oxigenación, neurotrofismo, reparación
y sustitución celular, regulación endógena de los mecanismos antioxidantes,
regulación del sistema inmune y la cascada de eicosanoides, regulación
epigenética, regulación neuroendocrina, neuroplasticidad, neurogénesis, todos
estos mecanismos de defensa se han visto drásticamente regulados a la baja, y
no hay nada que lo sustituya.
Lo voy a dejar muy claro: el sedentarismo es un
caldo de cultivo para que se expresen todos los genes implicados en
enfermedades crónicas y deprimir el sistema inmune. Sabemos que el ejercicio
físico es clave, al igual que el ejercicio intelectual, para mejorar la memoria y el
aprendizaje según se desprende de modelos humanos y animales, y que además
ejerce efectos neuroprotectores contra las enfermedades neurodegenerativas y el
declive cognitivo y neuronal (Van Praag 2009).
Nature publicó que el ejercicio induce la síntesis de factores neurotróficos, ausentes en ratones sedentarios (Neeper 1995). Estas neurotrofinas estimulan la supervivencia y el crecimiento neuronal. Van Praag 1999 demostró que correr induce neurogénesis (nacimiento de nuevas neuronas), favorece el aprendizaje y estimula la plasticidad sináptica (nuevas comunicaciones entre neuronas).
Nature publicó que el ejercicio induce la síntesis de factores neurotróficos, ausentes en ratones sedentarios (Neeper 1995). Estas neurotrofinas estimulan la supervivencia y el crecimiento neuronal. Van Praag 1999 demostró que correr induce neurogénesis (nacimiento de nuevas neuronas), favorece el aprendizaje y estimula la plasticidad sináptica (nuevas comunicaciones entre neuronas).
Naylor 2008 sometió al cerebro de unos ratones a radioterapia, y halló
que correr restauró las funciones dañadas de las células precursoras de
neurogénesis y revirtió la perturbación de la integración estructural de las
neuronas. Además, mejoró las alteraciones conductuales observadas tras
radiación. Wong-Goodrich 2010 encontró una mejora en la pérdida de memoria, en
la plasticidad sináptica y en factores de crecimiento neuronales en ratones
sometidos a radiación en el cerebro.
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