martes, 4 de septiembre de 2012

Ejercicio físico y Depresión


Con el sedentarismo como costumbre, hemos interrumpido un ciclo vital imprescindible para el organismo: el movimiento y todo lo que conlleva: función vascular y oxigenación, neurotrofismo, reparación y sustitución celular, regulación endógena de los mecanismos antioxidantes, regulación del sistema inmune y la cascada de eicosanoides, regulación epigenética, regulación neuroendocrina, neuroplasticidad, neurogénesis, todos estos mecanismos de defensa se han visto drásticamente regulados a la baja, y no hay nada que lo sustituya.

Lo voy a dejar muy claro: el sedentarismo es un caldo de cultivo para que se expresen todos los genes implicados en enfermedades crónicas y deprimir el sistema inmune. Sabemos que el ejercicio físico es clave, al igual que el ejercicio intelectual, para mejorar la memoria y el aprendizaje según se desprende de modelos humanos y animales, y que además ejerce efectos neuroprotectores contra las enfermedades neurodegenerativas y el declive cognitivo y neuronal (Van Praag 2009).

Nature publicó que el ejercicio induce la síntesis de factores neurotróficos, ausentes en ratones sedentarios (Neeper 1995). Estas neurotrofinas estimulan la supervivencia y el crecimiento neuronal. Van Praag 1999 demostró que correr induce neurogénesis (nacimiento de nuevas neuronas), favorece el aprendizaje y estimula la plasticidad sináptica (nuevas comunicaciones entre neuronas).

Naylor 2008 sometió al cerebro de unos ratones a radioterapia, y halló que correr restauró las funciones dañadas de las células precursoras de neurogénesis y revirtió la perturbación de la integración estructural de las neuronas. Además, mejoró las alteraciones conductuales observadas tras radiación. Wong-Goodrich 2010 encontró una mejora en la pérdida de memoria, en la plasticidad sináptica y en factores de crecimiento neuronales en ratones sometidos a radiación en el cerebro.






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